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En primer lugar quisiéramos pensar: ¿A qué llamamos habilidades sociales?, ¿En qué tiempos son posibles de ser construidas? ¿Qué recursos debe tener un niño o joven, para poder adquirirlas? A nosotros como equipo todas estas preguntas nos llevan a pensar si son acaso “enseñables”, cómo y en qué contextos?
Cuando hablamos de habilidades sociales estamos hablando de: la escucha activa (diferencia entre escuchar y simplemente oír), la observación social, la lectura de la situación en contexto, la asertividad, la empatía, la capacidad de negociación, el respeto por el otro, la credibilidad, la compasión. También en la posibilidad de pedir ayuda, de disculparse, de seguir instrucciones, la posibilidad de manejar conflictos-problemas, ser “responsables”, es decir responder por los propios actos, y poder integrar y regular las emociones, entre otras.
Es evidente que todo esto se encuentra entre lo que se le pide a los niños y jóvenes para estar socialmente adaptados, mas allá de sus diferencias y singularidades. Nosotros en lo particular, como equipo clínico, no podemos dejar de pensar en la complejidad de este proceso, de lo necesario y previo que debe ser construido a nivel del desarrollo y la subjetividad; todos los hitos fundamentales a los que debe arribar para poder luego, desplegar estas habilidades sociales e interpersonales.
También nos interpela la pregunta sobre si ésto puede ser construido en contexto ficticios o se hace necesario un trabajo donde el niño/joven este implicado desde sus propios recursos, sostenido por el vínculo de uno o varios adultos que se han constituidos en referentes afectivos importantes, y en una contexto que ponga a jugar escenas de lo cotidiano. Cuando decimos “jugar”, no hablamos de un montaje ficticio donde nosotros los adultos dirigimos la actividad a hacer y el niño simplemente debe responder a esas consignas. Creemos en una escena donde los protagonistas principales sean los niños/jóvenes que participan allí. Una escena donde el adulto es un mediador que juega de puente para facilitarles el despliegue de aquellos recursos que tienen y tal vez en la ansiedad del encuentro con el otro, otro par, no le permite desplegar; o tal vez aquellos recursos mas incipientes, que apenas se asoman y el adulto u otro par puede promover que comiencen a abrirse camino.
Por todo esto en Arsis, los grupos de “Habilidades Sociales” se van constituyendo en distintos espacios clínicos, en diferentes escenarios físicos, pensados en forma artesanal, entre los terapeutas, los padres y también los niños y jóvenes. Pensamos: ¿qué niños/jóvenes y con qué profesionales, en qué espacios, durante cúanto tiempo? . No creemos en un formato rígido pero si con bordes claros, que le permita a cada uno de los participantes, sentirse seguro, reconocer los desafíos que se presentan, los acuerdos construidos y los que se van a construir, para poder implicarse subjetivamente y disfrutar creativamente de esos encuentros.